jueves, 23 de abril de 2009

Del sueño a la pesadilla


Hay que «devolver la pelota» en la práctica de las nuevas tecnologías de la comunicación. La función del Colegio Dominicano de Periodistas, CDP.


Escrito por
Clodomiro Moquete



El presente trabajo fue escrito para el periódico digital Atanay.com, del distinguido periodista Reginaldo Atanay, quien efectivamente lo publicó en ese espacio hace varios días. Ahora lo incluyo aquí, con el permiso de Atanay, para nuestros lectores.


En los últimos meses diferentes periodistas y otras personalidades han dado la voz de alarma acerca de la honda crisis moral y profesional en que se desenvuelve hoy el periodismo dominicano.

De manera conjunta, la crisis es de la prensa, que es el nombre genérico pues abarca a los diarios (ahora debemos decir «físicos», en papel, para diferenciarlos de los digitales), e incluye además las labores noticiosas que se practican a través de otros medios, tales la radio y la televisión.

Estamos ante una crisis de valores universal que afecta a los intelectuales en todos los órdenes y en todos los países capitalistas, en unos más que en otros. Los intelectuales, artistas plásticos, políticos, escritores, y en particular los periodistas, han abandonado el compromiso social por el dinero, la comodidad, la vida fácil. Este hecho de la actualidad ha coincidido con dos fenómenos.

I - Uno de esos fenómenos es el acontecimiento que conturbó a la humanidad, como fue la caída de la Unión Soviética y el muro de Berlín. A partir de ese momento los anhelos de los idealistas, la llamada utopía, quedó derribada. No hay sueño. No es posible combatir el capitalismo, la realidad circundante.

Esto trajo, por consiguiente, la pérdida de valores morales. Si no es posible derribar el estado de cosas que se ha impuesto, no hay motivos para no hacernos de dinero, vivir la vida fácil, no comprometerse con los problemas sociales, que no serán resueltos de ninguna manera. Una especie de práctica de la frase aquella de que si no puedes derrotar a tu enemigo únete a él. Horroroso en este caso.

II - El otro fenómeno que ha conmocionado a la humanidad es la globalización, que se ha iniciado y desarrollado en el mismo período, a partir de la década de los años 80 del siglo pasado. Llamamos globalización al desarrollo revolucionario de la tecnología informática, con el soporte del ordenador o computadora.

La revolución de la tecnología informática se verifica esencialmente en los países capitalistas altamente industrializados. Esos países capitalistas están íntimamente enlazados, aun en contra de su voluntad, con los países pobres, del tercer mundo, por un fenómeno, una realidad, para ellos imprescindible: el mercado. Japón y otros «tigres» asiáticos, como los países capitalistas europeos y Estados Unidos, para poder comercializar y obtener pingües beneficios necesitan vender una enorme cantidad de ordenadores o computadoras, con sus respectivos software o programas y aplicaciones, con todo un mundo de aditamentos obligados, dígase impresores, mauses, escáneres y un montón de piezas y repuestos.

Digo que los países de gran desarrollo capitalista necesitan a los que estamos en el «patio» para comprarles a ellos todo ese instrumental y su maraña. Con eso los estamos acompañando en la modernidad, violentamente diría yo, porque cada día se multiplica por una enormidad la cantidad de nuevos usuarios de internet en los países del tercer mundo. Pero insisto en que no hay una contraparte cuantitativa y cualitativamente comparable en el plano ideológico, porque el número de países socialistas se ha reducido dramáticamente. No contemos a Cuba, nuestro vecino, donde el desarrollo de la informática es cuestionable. Contemos a China, con su millonada de habitantes y sus sorprendentes desarrollo y crecimiento económicos. Desconozco su incidencia en el desarrollo tecnológico de la informática, aunque debe tenerla en algún grado.

En el país el fenómeno incidió, en el periodismo, cuando colegas, comunicadores, que habían asumido posiciones de compromiso, de izquierda, comenzaron a practicar como ejercicio de su profesión programas de radio y televisión, lo mismo que columnas de diarios, pero vacíos de contenido. Recuerdo cómo comunicadores «serios» se iniciaron en la producción de periodismo de farándula, a principio de los años 80. Todo esto tiene que ver con el mercado. Las columnas periodísticas y los programas de radio y televisión de farándula se imponían porque el mundo del arte popular se multiplicaba considerablemente. El merengue primero, y la bachata después, invadieron al mundo. Había que anunciarlo, decirlo, analizarlo, sazonarlo, «chismearlo» por todos los medios, pues como uno de sus «mejores» resultados ello dejaba ganancias, dinero.

En las décadas de los años 90 y la presente, primera del nuevo milenio, ha surgido una cantidad considerable de nuevos periodistas, nuevas generaciones. Según cálculos, egresados universitarios en comunicación social pueden ser alrededor de cinco mil en el país, en diversas ramas, relaciones públicas, diseño, periodismo... Otro renglón que ha crecido de manera extraordinaria es la información deportiva, en programas de radio y televisión y los diarios en páginas web y blog.

Mientras en el país asistimos a estos acontecimientos ideológicos y tecnológicos, el Colegio Dominicano de Periodistas, que es el otro tema que me propongo en el presente artículo, está de capa caída. Una parte muy importante de los miembros del CDP está desvinculada del gremio. Esto se debe a que la dirigencia cedepeísta es ajena a los reales intereses de la membresía. Pero no podemos dejar de decir que la dispersión de los intelectuales del mundo de hoy, por la carencia del compromiso social, también influye en el desinterés por los gremios.

He insistido en otros trabajos sobre la necesidad de que el Colegio Dominicano de Periodistas debe convertirse en un protagonista, un activista de primer orden en el incisivo accionar de ese medio libérrimo que es internet. Sí, lo defino como libérrimo, además como arbitrario y avasallador. Los países que estamos en desventaja por pequeños y pobres tenemos la participación que nos dan los desarrollados por aquello de que somos su imprescindible mercado.

El periodismo es un hecho esencialmente ideológico. En la empresa comercial se impone en su práctica el socio local del gran país capitalista a quien representa. Impone las reglas del juego desde la propiedad de los grandes medios de comunicación. Por consiguiente, la cultura que propala y quiere imponer es la que favorece a su socio. Ello en detrimento de la identidad nacional, de los intereses de la integridad cultural local. Ahí es que debe entrar el CDP, con una política definida y fuerte que debe incidir, con gran fuerza, en la formación del periodista.

De mil maneras puede hacerlo, identificando los valores culturales nativos, eso que los especialistas llaman identidad, promoviendo esos valores, llevándolos a las escuelas de periodismo, ofreciendo cursos extracurriculares sobre el tema. Para decirlo en un lenguaje popular, «devolviendo la pelota». Si los que están imponiendo las nuevas tecnologías quieren también imponer su cultura, los que somos su mercado y tenemos acceso a esa misma tecnología debemos crear condiciones materiales y espirituales para fortalecer e imponer la nuestra.

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