viernes, 3 de julio de 2009

El imprescindible periodismo cultural

Escrito por
Clodomiro Moquete

El periodismo cultural es un género imprescindible cada vez más en la defensa y fortalecimiento de los valores nacionales, es decir, de la existencia de la nación misma.

El fenómeno que ha sido denominado identidad nacional, que se presta a controversias, que recibe diferentes definiciones dependiendo de la posición ideológica del individuo, e incluso que es negado por sectores del conservadurismo rancio o por simples ignorantes insertados en el mundo intelectual; ese fenómeno, digo, que es la identidad nacional, es vital.

Asistimos a una guerra monstruosa como fascinante y evidentemente necesaria. Estamos en el escenario de la postmodernidad, en la propalada aldea global. Las «culturas» más grandes se tragan a las más pequeñas. A una velocidad vertiginosa, en la dispersión impuesta como camisa de fuerza a la humanidad, los grupos menos protegidos se hunden en esta batahola, en la dispersión. Las culturas menos defendidas se extinguen, como la lengua o mecha de una lámpara humeadora que agota el combustible.

El periodista de hoy debe el éxito de su carrera al dominio de la tecnología de hoy. Pero el periodista eficiente y necesario de hoy tiene otro deber que el éxito de su carrera, digamos el éxito económico y social de su entorno; tiene otro deber, otro llamado digno y decoroso, que es el deber político. La filosofía y la política cultural debe enumerar una serie de objetivos que son lo que planteo en el primer párrafo: imprescindible.

El objetivo principal es contrarrestar el gravísimo problema del pesimismo ancestral que afecta a la población dominicana. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, dio a conocer el año pasado un estudio que patrocinó, según el cual el 57 por ciento de los dominicanos siente el deseo de abandonar el país. El 50 por ciento de los nativos, según el mismo estudio, considera que los males esenciales de la nación no tienen solución. Esta revelación es gravísima pero lamentablemente es «el pan nuestro de cada día». En la práctica conocemos el incesante flujo migratorio, que es a su vez una de las principales tragedias nacionales. Miles abordan cada año embarcaciones frágiles o se cuelan como polizones en cualquier embarcación.

Una tendencia intelectual de la diáspora se dedica a despotricar contra el país porque atribuye los males de los que se fueron -de ellos, de la diáspora- a la sociedad dominicana que se mantiene en el país. Algunos han hecho estudios y escrito libracos para demostrar que ellos son exiliados, exiliados económicos. Y no lo asumen con nostalgia por la patria que dejaron sino con rencor porque se sintieron que fueron obligados a abandonarla.

Tal pesadumbre es una traslación a la diáspora de los sentimientos de culpa de la población aquí, en su territorio. Es decir, los dominicanos que residen fuera del país, tanto en Estados Unidos como en Europa, tienen las mismas características negativas que los de aquí en este sentido. Los que son pesimistas son pesimistas aquí como lo son allá. El 57 por ciento que desea abandonar el país seguirá tan apesadumbrado, o más, si logra el éxodo como si no puede lograr su objetivo.

Hay otros problemas esenciales que afectan nuestro desarrollo cultural y que tienen que ver con nuestra idiosincrasia. Uno de esos graves dolores de cabeza es nuestra etnia, tan diversa, tan considerablemente rica y hermosa, pero tan vilipendiada. Somos la única comunidad latina esencialmente mulata. No estoy diciendo algo nuevo, hace decenas de años que se ha planteado el problema. Pero hay dos clases de especialistas o estudiosos o intelectuales en torno al enfoque de la situación. Están los que consideran que la nación está condenada al atraso por nuestra condición de mestizaje blanco-negro. Están -estamos, me incluyo- los que consideran que tal mestizaje es una ventaja enorme. La brevedad de este trabajo me impide entrar en consideraciones y detalles pero no dejaré de argüir que el mulato aventaja tanto al negro como al blanco porque tenemos de los dos, dicho así, sin más, tenemos del blanco, tenemos del negro.

Los que consideran que la parte negra de nuestra etnia mulata suma negatividad no son más que racistas. Nuestra propia negritud, no el mestizo sino el negro, es un ingrediente que debemos resaltar y defender en nuestro arcoíris etnológico.

Por otro lado, la presencia haitiana en nuestro territorio devuelve un problema cultural que no es siquiera señalado públicamente. El Estado dominicano no tiene una política cultural sobre nuestra realidad etnológica. Mientras se discute si los hijos de los haitianos nacidos en el país son haitianos o dominicanos, no hay un menester, una disposición, una decisión, una consideración hacia esas personas como conglomerado. Y esos descendientes de haitianos están aquí, primero son niños, luego son adolescentes, llegan a la juventud..., los años pasan, pesan; las decisiones no se toman.

Es urgente que las escuelas de periodismo existentes en el país incluyan el periodismo cultural en el rol estudios. Y que se haga en varios niveles, periodismo cultural I, periodismo cultural II, periodismo cultural III... El Colegio Dominicano de Periodistas debe tener este asunto como un tema esencial y debe promover acuerdos interinstitucionales con las Secretarías de Estado de Educación Superior, de Estado de Educación y de Estado de Cultura, además con los centros de estudios universitarios y las escuelas, en fin, de periodismo o comunicación social.

En los espacios de los medios de comunicación dedicados a los asuntos culturales, ya sea la prensa escrita, la radio, la televisión o la internet, no es suficiente debatir los problemas de la literatura o las diferentes artes, el teatro, la pintura, la música. Hay que meterle a los temas de fondo, hay que dedicar todo el esfuerzo a la identidad nacional, a la dominicanidad.

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